La política monetaria implementada desde hace unos años en Venezuela ha impactado directamente en la inflación del país haciendo que esta ...
La política monetaria implementada desde hace unos años en Venezuela ha impactado directamente en la inflación del país haciendo que esta se desborde a límites insospechables y hundiendo en la pobreza a millones de personas.
Solo basta con llegar al desolado aeropuerto de Caracas para ser testigo de la ruina del sistema: tiendas cerradas, cintas transportadoras de equipaje vacías, silencio y penumbra. Muy pocas aerolíneas siguen volando al país.
Según el Banco Mundial, apenas hay un país en el mundo donde las condiciones de negocios para las empresas sean tan malas como en Venezuela. En un índice de 2018, Venezuela ocupó el puesto 188 de 190 países, sólo por delante de Eritrea y Somalia.
El petróleo es maldición y bendición al mismo tiempo. Al igual que Brasil durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, el auge de precios del petróleo dio al país con las mayores reservas del mundo el margen de maniobra necesario para proporcionar vivienda y una vida digna a millones de personas.
Pero en lugar de aprovechar los años de bonanza para reducir la dependencia del crudo -el 95 por ciento de los ingresos provienen de las exportaciones de petróleo- y modernizar la industria petrolera, el país siguió importando casi todo del extranjero, desde el papel higiénico hasta los alimentos.
Cuando el precio del petróleo colapsó y la inflación pasó a ser la más alta del mundo, la crisis empeoró dramáticamente. Más de tres millones de personas abandonaron el país huyendo de la miseria. Y los que se quedaron hacen cola frente a los supermercados. Mientras en las calles la gente busca comida en la basura, en los apartamentos de lujo los miembros de la clase alta piden por WhatsApp artículos del mercado negro a precios excesivos.
“Un kilogramo de queso cuesta 18 días de salario mínimo, un kilogramo de carne casi un mes”, escribe el ex ministro de Planificación de Venezuela Ricardo Hausmann en un análisis. El economista venezolano exorta a la comunidad internacional asumir el rescate de Venezuela como una urgencia.
La producción de petróleo ha colapsado dramáticamente, el año pasado en un 40 por ciento adicional a sólo 700.000 barriles al día, afirma Hausmann. Según medios de comunicación locales, el gobierno de Nicolás Maduro ha vendido casi todas las reservas de oro, pero gracias al petróleo todavía cuenta con divisas extranjeras para mantenerse en el poder.
Para beneficiarse de paquetes de alimentos baratos (aceite, arroz, atún, leche en polvo y harina), hay que solicitar un “carné de la patria”, y declarar su apoyo al gobierno.
La economía venezolana depende en más del 90 por ciento de sus ingresos de las exportaciones de petróleo, y como Estados Unidos es uno de sus principales compradores, el presidente Maduro ha sido muy cauteloso de no antagonizar con Donald Trump.
La petrolera Citgo, filial estadounidense de la estatal venezolana PDVSA, donó 500.000 dólares para la ceremonia de investidura del presidente estadounidense en Washington en enero de 2017. El jefe de Citgo, por cierto, es primo de Hugo Chávez, quien planteara su visión del “Socialismo del siglo XXI” antes de que Maduro continuara con su legado tras la muerte del presidente en 2013.
Desde hace meses, el gobierno estadounidense de Donald Trump amenaza con bloquear las compras de petróleo a Venezuela. Esto podría acabar con el gobierno de Maduro y la economía estatal dominada por los militares, pero al mismo tiempo agravar la miseria de la población hasta tal punto que podría estallar una guerra civil. Washington evitó implementar un embargo petrolero para no afectar a la población y se limitó a congelar las cuentas de cuatro funcionarios del gobierno venezolano.
Si bien Venezuela juega un papel cada vez menor en la política energética de Estados Unidos, no es fácil encontrar rápidamente un sustituto. Aunque el petróleo venezolano es de calidad inferior y bastante pesado, una congelación de las importaciones por parte de Estados Unidos también podría dar lugar a un aumento de los precios en el marco de una economía cada vez más frágil.
La situación económica de la Venezuela de Maduro es tan sombría que simplemente no se publican más datos. Ni siquiera el Banco Mundial tiene indicadores claros. De 2014 a 2015, los últimos datos disponibles, la producción económica per cápita cayó de 15.929 dólares estadounidenses a 6.042 dólares estadounidenses, según el proveedor de análisis y pronósticos económicos FocusEconomics.
Desde entonces, los venezolanos se han convertido en verdaderos malabaristas de la vida, y esperan un cambio. En Mérida, por ejemplo, la heladería Coromoto llegó una vez al Libro Guinness de los Récords con hasta 870 tipos diferentes de helados, incluyendo creaciones tan maravillosas como “Amor de mi vida” y “Corazón mío”.
Pero como no hay leche y otros ingredientes, delante de la famosa heladería cuelga un cartel en el que se puede leer: “Lamentablemente cerrada”.
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