El orgasmo femenino | El #Podcast de @elreportero

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¿Por qué a estas alturas seguimos tan confundidos con el orgasmo femenino?


José Antonio Zapata Cabral / @elreportero

 

Acabar. Venirse. Llegar al clímax. Llegar al orgasmo.

En cuanto entendemos qué es el sexo, pensamos que el orgasmo es la meta. Pero la realidad es que según el cuerpo en que nazcamos entenderemos los muy diversos mensajes que implica la satisfacción sexual.

La TV y el cine dicen que el orgasmo masculino es fácil. A veces demasiado fácil. Pero el orgasmo femenino es, digamos... complicado, complejo, y con una muy variada posibilidad de alcanzarlo de diferentes maneras, y aunque las mujeres tienen tantas posibilidades de placer, un estudio se encontró con que la mitad admite fingirlo.

Más revelador resulta un estudio de 2017 entre más de 50,000 estadounidenses, en el que el 95 % de los hombres heterosexuales dijo tener orgasmos regularmente durante el sexo, comparado con el decepcionante 65 % de las mujeres heterosexuales, y digo decepcionante, porque resulta que en ese mismo estudio las mujeres gay dijeron alcanzar el clímax en una proporción de 86 %.

Que pena tener que preguntarse ¿por qué es más difícil el orgasmo cuando hay un hombre en el medio?, y todavía peor es preguntarse a estas alturas de nuestra historia ¿por qué aún seguimos tan confundidos?

Soy Antonio Zapata, mejor conocido como @ELREPORTERO, y en este décimo episodio -que cierra nuestra primer temporada- nos sumergiremos en una convulsión de información, un espasmo explicativo, una exaltación de datos, un auténtico clímax divulgativo que nos llevará a una explosiva culminación: a estas alturas la humanidad aún no sabe cómo funciona el orgasmo femenino.

Por cierto, este podcast ya lo puedes encontrar en múltiples plataformas, así que si utilizas, iTunesSpotifyAnchorSoundcloudGoogle PodcastsOvercastPocketcastRadioPublicStitcher o Breaker, sólo tienes que buscar en ellas el nombre de EL REPORTERO para suscribirte y no perderte ni uno solo de nuestros sexys episodios.

Para hablar de orgasmos, tenemos que comenzar con el cerebro, pues resulta que nuestra azotea es completamente distinta cuando procesa un orgasmo. Y resulta que lo único que químicamente se puede comparar con el clímax en nuestro cerebro es una convulsión: aumenta el flujo de oxígeno y el transporte de nutrientes hacia él se multiplica exponencialmente, así que en ese sentido el orgasmo debe ser bueno para las neuronas, pues técnicamente es ejercicio para el cerebro, y hacer ejercicio no puede hacer mal.

En el orgasmo el cerebro masculino y femenino se parecen, pero resulta que hay grandes diferencias después del orgasmo. El cerebro masculino experimenta un período refractario donde ya no responde a la estimulación genital, pero el cerebro de la mujer no es así, pues responde igual o tal vez incluso más después del primer orgasmo, y es la razón por la que las mujeres pueden tener varios orgasmos seguidos.

¡Me muero de la envidia!

Además, según escaneos cerebrales, dos partes del cerebro activadas por el orgasmo se asocian con el dolor, por lo que queda claro que existe una conexión primitiva entre en dolor y el placer que, por increíble que parezca, aún no comprendemos, ni científica ni conceptualmente.

Pero el caso que nos ocupa tiene que ver más con el orgasmo femenino por ser no sólo el más complejo, sino también el que más mitos tiene a su alrededor, y es que, sólo para empezar, las mujeres experimentan seguido placer sexual sin orgasmo.

Según estudios aplicados a mujeres estadounidenses y francesas, entre el 16 % y el 21 % ha tenido muy pocos o ningún orgasmo, porcentajes que pueden empeorar cuando se estudia a mujeres latinoamericanas.

La carencia de información no sólo sobre los orgasmos femeninos, sino cómo alcanzarlos llegó al mundo del podcast de la mano de Remy Kassimir, comediante que además resulta ser también podcaster, y que en uno de sus episodios confesó abiertamente no haber sentido ningún orgasmo en su vida.

Este abierto acto de contrición logró que muchísimas mujeres, igual de enojadas que ella, se pusieran en contacto con ella para decirle que no estaba sola… nada sola.

Una razón posible de que tantas mujeres no hayan tenido orgasmos es que no se les enseña a tenerlos. Su educación sexual, si es que la tuvieron, probablemente se centró en cosas como la clásica: las niñas empiezan a menstruar y ocurre cada vez que un óvulo sin fertilizar se disuelve, sífilis, gonorrea, enfermedades venéreas y miedo, miedo y más miedo.

Si les tocaba ver en el cine o en la televisión a mujeres teniendo orgasmos, todas se veían y se escuchaban más o menos así… pero a la hora de volver a la realidad, resultaba que sólo el 18% de las mujeres pueden tener un orgasmo solo con la penetración vaginal.

El resto, que significa un 82% por ciento, requiere estimulación clitoriana, y resulta que en ese tema los hombres somos, vergonzosamente, unos completos neófitos, aún a pesar de que la historia y la ciencia temprana sobre el clítoris y la salud de la mujer en general fue escrita por hombres.

Aunque puede ser precisamente por eso que dos mitos sobre el clímax femenino hayan persistido tanto tiempo, y que establecen que sólo hay dos tipos de orgasmos: el vaginal y el clitoriano. Y toda la fábula alrededor de esto comenzó con Segismundo Freud.

En su libro de 1905 ‘Tres ensayos sobre teoría sexual’, Freud dijo que en la pubertad la excitación femenina debería transferirse del clítoris a la vagina, lo que establecía que las mujeres tenían orgasmos clitorianos, pero que los más maduros eran los vaginales.

Hoy sabemos que eso es completamente absurdo.

Freud también creía que trastornos psicológicos asociados con la mujer, como la neurosis y la histeria, se originaban en la preferencia por el estímulo clitoriano en la adultez.

Eso ya ni siquiera es absurdo, sino completamente estúpido.

Pero para el tiempo en el que se dio esta teoría fueron únicamente los hombres los que controlaron el discurso de la histeria femenina en el siglo XIX, y dio pie a diagnósticos realmente tontos que además propiciaron que muchos doctores abusaran de las mujeres, en el mejor de los casos, y que llegaran a realizar auténticas salvajadas al practicarles clitoridectomías, que es la remoción quirúrgica del clítoris.

Hay países en los que aún se practica este bestial procedimiento por razones religiosas y culturales para controlar la sexualidad femenina. Al menos 200 millones de niñas y mujeres en el mundo han experimentado alguna forma de mutilación genital.

En nuestra aún enferma civilización, el placer se trata de privilegio, y una revisión de la historia nos muestra que no todos tienen derecho al placer. Aunque hubo momentos en que se habló de forma abierta y franca sobre el placer sexual femenino en textos como el Kama Sutra y novelas eróticas de la dinastía Ming, como El Loto Dorado, y hasta en las letras de queer Blues de los 20, que eran bastante claras sobre el placer de la mujer bajo sus reglas, como en esta maravilla de canción llamada "Prove it on me blues" de Ma Rainey.

Pero resulta que esas son excepciones, no la regla, y eso a pesar de que la conexión entre clítoris y orgasmo se conoce desde hace mucho tiempo. Alfred Kinsey en 1953, Masters y Johnson en 1966, y Shere Hite en 1976 publicaron sus estudios pioneros sobre sexualidad femenina, los datos eran claros, pero fue apenas hasta 1998 que, al diseccionar 10 cadáveres femeninos, la uróloga australiana Hellen O'Connell y su equipo descubrieron que el clítoris es mucho más grande, y en consecuencia mucho más poderoso que lo que todos creíamos.

La parte del clítoris que se ve por fuera es, literalmente, apenas la punta del témpano. Se extiende varios centímetros alrededor de la vagina y está lleno de terminaciones nerviosas. Ahora sabemos que no existe el orgasmo vaginal y que prácticamente todos los orgasmos son clitorianos.

Bueno, quizá no todos, porque muchas mujeres han reportado que han alcanzado el clímax con solo tocar sus pechos o teniendo pensamientos eróticos, y algunas incluso lo han alcanzado, durmiendo, por lo que el clítoris se encuentra fuera de esos misterios, pero su estudio en serio sí ha contribuido a entender mejor un tipo de orgasmo femenino de reciente aparición:

El famoso Punto G.

Que, por cierto, por poco tuvo otro nombre, bastante tonto por cierto… por poco lo llaman "Cosquilleo Whipple", por el apellido de la investigadora que lo dio a conocer, pero terminó llamándose como se llama por el Dr. Ernst Gräfenberg que es recordado por inventar el DIU moderno, y que en 1982 expandió su legado hasta la pared interior de la vagina.

A partir de ese momento, el famosísimo Punto G, y posteriormente el aún controversial tema de la eyaculación femenina fueron buscados por otros investigadores y… como muchísimos hombres, a la hora de la hora no lo encontraron, o no quedaron lo suficientemente seguros de haberlo encontrado.

En la actualidad muchos científicos ven la anatomía del placer genital femenino como un sistema que incluye el clítoris, la uretra y la vagina, y que el tamaño y la relación de este sistema varía en cada mujer, por lo que no hay un botón mágico que funcione para todas.

Pero es tal la fama de el Punto G, el Squirting y otras cosas que los medios de comunicación, en específico las revistas dirigidas al mercado femenino, han impreso miles y miles de mitos, instrucciones, mentiras y supuestas guías para encontrarlos y explotarlos, y resulta que en ese movimiento se han añadido supuestos nuevos puntos erógenos, como el Punto A, el Punto U, el Punto P y otras tonterías que distraen a las lectoras del verdadero punto al que se supone se debe de llegar cuando se trata del orgasmo, y ese punto es que no debe de haber punto, porque cuando uno quiere llegar a una meta entonces se pierde el placer del recorrido.

Todo ese montón de patrañas y engaños alrededor del orgasmo femenino tiene su origen en la evidencia de que el orgasmo masculino es bastante claro, pero el femenino no lo es, incluso para muchas mujeres.

En 1976, El Informe Hite analizó las experiencias sexuales de más de tres mil mujeres. Algunas describieron las sensaciones y se preguntaron si lo que sentían era un orgasmo. Y la realidad es que no es una pregunta tonta, porque los mismos científicos no concuerdan en si los orgasmos femeninos se expresan igual.

Sabemos que se manifiestan como contracciones involuntarias, y hay una idea de que intervienen los músculos del piso pélvico, pero ¿qué se contrae exactamente?

Es increíble, pero estamos a punto de llegar al año 2020 y aún no lo sabemos, porque es extremadamente difícil medir exactamente qué músculos se contraen durante el orgasmo, y eso nos lleva a pensar que esto ocurre porque en realidad no hay mucho interés por parte de los institutos nacionales de salud en determinar con precisión qué músculos actúan en el orgasmo femenino, pero eso es tema para otro podcast, porque ya está en el terreno del feminismo.

Pero lo cierto es que la ciencia también ha ignorado el hecho de que entre el 8 y el 20% de las mujeres hallan el coito doloroso. Por más de un siglo, el dolor sexual femenino se diagnosticó como vaginismo dispareunia, y fue tratado injustamente como de origen psicológico. Apenas en 2013 fue reclasificado como un trastorno por dolor.

Ese es uno de los grandes problemas, pues si la ciencia aún ignora datos relevantes e importantes sobre la sexualidad y el orgasmo femeninos, millones de mujeres y hombres lo aprenden por cómo se muestra en la televisión, el cine y la pornografía, y eso lo único que ha logrado es echarle a perder a millones y millones de personas su capacidad de entender el placer sexual, porque aprender qué se espera durante el sexo, y qué es tabú, es lo que los sociólogos llaman guión sociosexual.

Por ejemplo, en nuestra cultura occidental los guiones sociosexuales populares son que con tres penetraciones la mujer ya está en éxtasis y que el hombre no tiene necesidad de tocar nada más, pues con sólo eso la mujer grita de placer.

Otro guión sociosexual en occidente es que cuando el hombre no acaba el sexo es un fracaso, y otro más establece que cuando la mujer no acaba es normal y que además es culpa de ella.

Estos guiones absurdos son los que han propiciado que las mujeres occidentales tengan menos acceso a los orgasmos que los hombres en el sexo heterosexual, y eso sucede en noviazgos y matrimonios por igual.

En una encuesta aplicada a más de 4000 estudiantes universitarios, los datos coinciden con el resto de las mediciones en donde las mujeres informaron menos orgasmos que los hombres en el sexo casual, mientras que los hombres dijeron que su compañera sexual tuvo más del doble de los que las mujeres dijeron haber tenido.

Y la razón por la que esto sucede debería darnos vergüenza a los hombres, porque es justamente lo que las mujeres sienten cuando no nos piden que seamos más conscientes de su derecho al orgasmo, y esto es porque los roles sociales nos han enseñado el mito de que somos nosotros los que estamos obsesionados con el sexo y que somos los únicos que deseamos satisfacción sexual.

Y ya que hablamos de mitos, entre la mayoría de los hombres se ha fincado uno que tiene que ver con las lesbianas. El sitio de pornografía más popular del mundo, Pornhub, tiene en primer lugar la categoría de lesbianas precisamente porque es la más popular, particularmente entre los hombres… y resulta que en una de esas resulta que las parejas homosexuales se lo pasen mucho mejor que las heterosexuales en esto de los orgasmos.

¿Recuerdas que al principio dijimos que las mujeres gay reportan en un 86% tener orgasmos?, pues estos resultados tienen mucho que ver con que estas parejas tienen más comunicación y alternación a la hora de el sexo, y otra realidad que debemos tomar en cuenta es que los gays, hombres y mujeres, crecen con menos guiones e ideas preconcebidas sobre el sexo que las personas heterosexuales, por lo que es más probable que lo disfruten más y que además estén dispuestos a hacer lo que necesitan sus parejas para que también lo disfruten.

Sin embargo, lo que el famoso estudio también muestra es que las mujeres heterosexuales que tienen más posibilidades de alcanzar el orgasmo tienen no sólo más comunicación con sus compañeros, sino que añaden un ingrediente esencial a su vida sexual que nada tiene que ver con su edad, raza y orientación: la masturbación.

En una encuesta de 2010, el doble de niñas que varones dijo nunca haberse masturbado, y si nos vamos para atrás en la historia, la masturbación era muy mal vista. Se castigaba y se veía como un acto antinatural y por el cual todo el mundo tenía garantizado el infierno.

En la época de Freud, y un poco más atrás, hubo médicos que se especializaron en dar a mujeres con diagnóstico de histeria masajes pélvicos para inducir el paroxismo histérico, u orgasmo, como parte de una cura, pero masturbar a estas mujeres era un trabajo muy intenso que se alivió bastante cuando apareció la electricidad y, en consecuencia casi automática, ayudó a crear el vibrador, que hizo ese trabajo mucho más fácil.

A partir de los años 70, tiendas feministas los empezaron a vender y poco tiempo después el juguete sexual por excelencia conquistó el mundo, llegando en 2017 a convertirse en un mercado de más de 15 mil millones de dólares, aunque su más alto valor radica en lograr que las mujeres conozcan mejor su cuerpo y lleguen al clímax.

Ya sea que busquemos la plenitud en otras personas, o en solitario, encontrarnos con el orgasmo debería ser siempre motivo de fiesta personal, porque al final es precisamente eso: un momento particularmente dichoso para nuestro cuerpo que nos devuelve la confianza, el vigor y el buen humor tras esos espasmos musculares intensos que no sólo resultan altamente agradables, sino que liberan deliciosas endorfinas que son el derecho inalienable de todos nosotros para ser, por lo menos a ratitos, realmente felices.

Encuentra todos los episodios de la primer temporada:


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