Marihuana | El Podcast de @elreportero (actualizado)

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Las plantas han influido enormemente en la historia de los humanos, pero una en particular se mantiene como la más controversial, y surgió d...


Las plantas han influido enormemente en la historia de los humanos, pero una en particular se mantiene como la más controversial, y surgió de la cruza entre las subespecies cannabis s.sativa, s.índica y s.rudealis para convertirla en la droga recreativa y medicinal más popular del planeta.

Esa plantita es la que hoy nos tiene vueltos de cabeza a los mexicanos estos últimos días, pues hemos sito testigos de cómo la iniciativa para su despenalización ya se volvió una realidad, y ahora se discute en las dos cámaras, la de diputados y la de senadores. Por ahora, el proyecto de decreto para la despenalización de la marihuana está de regreso en el Senado, e incluye la Ley Federal para la Regulación del Cannabis, y la reforma y adición de un montón de disposiciones de la Ley General de Salud y del Código Penal Federal. La minuta ya la tiene en sus manos la Mesa Directiva y a su vez la turnó a las comisiones unidas de Justicia, Salud y Estudios Legislativos, además de que debe pasar por el análisis y el dictamen con opinión de la comisión de Seguridad Pública.

O sea, que aún le falta un buen rato para que ande usted por la calle con su bolsita de cannabis.

Y para que no te cuenten, ni andes adivinando de qué se trata, y mucho menos andes creyéndole a locutores que nada saben, te explico rápidamente de qué va, que premite y qué sigue estando prohibido:

La nueva ley establece que cualquier adulto que desee fumar podrá hacerlo, aunque con varias restricciones. 

De entrada, la posesión personal sólo podrá ser de hasta 28 gramos, y se siguen contemplando multas de hasta 10 mil pesos para quienes tengan entre 28 y 200 gramos, y no elimina la posibilidad de ser detenido, tener sanciones penales o multas si las cantidades son aún mayores.

En un artículo transitorio se prevé que las personas que purguen penas por delitos relacionados con el tráfico de cannabis puedan salir libres.

Ya no se creará un instituto regulador para el cannabis, sino que sus funciones serán asumidas por la Comisión Nacional contra las Adicciones, que depende de la Secretaría de Salud y que no tiene experiencia en labores de regulación.

Esa Comisión supervisará el proceso de producción, desde la siembra hasta la cosecha, y dará los permisos para crear asociaciones o clubes de consumo. Las asociaciones tendrán entre dos y 20 miembros mayores de 18 años, con un máximo de cuatro plantas por socio y menos de 50 plantas de marihuana por grupo. El Estado promoverá campañas para inhibir el consumo en menores de 25 años. Las empresas que comercialicen la marihuana para consumo lúdico deberán atenerse a un etiquetado estricto con la leyenda “solo para venta en México”, tener empaques sellados a prueba de niños y poner advertencias sobre los efectos nocivos a la salud, similares a las de las cajetillas de tabaco.

El nuevo dictamen quita los pocos candados que había para la integración vertical, y la más significativa es que ya no será una sola empresa la que participe en las etapas del proceso de producción, distribución y comercialización. La medida es celebrada por empresas extranjeras que buscan un pedazo del negocio en el país, pero ha sido criticada por organizaciones civiles, aunque se prevé que se dé atención prioritaria a las comunidades que han sido afectadas por las políticas prohibicionistas, la pobreza y la violencia. Las licencias de producción y los permisos de consumo tendrán una vigencia de entre uno y cinco años, no se ha definido cuánto costarán.

Y todo esto, aún está en veremos, pues falta ver cuánto y qué le van a rasurar o añadir los senadores antes de regresarla de nuevo a los diputados, que seguramente harán lo mismo varias veces. Así que aguanta, aún no puedes sacar tu plantita para celebrar en las calles.

Y a todo esto... ¿qué es esta plantita, de dónde viene y cuál es su historia?

Casi todos la conocemos como marihuana, pero hay centenares, quizá miles de nombres para ella. Los más populares son Alfalfa. Aracata. Bailarina. Belula. Café. Campechana verde. Coffe. Chabela. Chíchara. Chipiturca. Chora. Clorofila. Coliflor tostada. Colitas. Cola de borrego, de león. Crema de León. Dama de la ardiente cabellera. De la buena. De la verde. Diosa verde. Doña Diabla. Doña Juanita. Doradilla. Epazote. Esfinge verde. Fina esmeralda. Fitoca. Flor de Juana. Goma. Greña. Grifa. Grilla. Gris. Güera. Hojas de alpiste japonés. Hojita con lumbre. Jani. Jerez seco. Join. Juana. Juanita. Juanita Salazar Viniegra o Señora Viniegra. Kris kras. Lengua de buey. Maciza. Macha chaca. Madrastra. Mala yerba. Malva. Mari. María. Mariana. Margarita. Marinola. Maripepa. Mary Popins. Mastuerzo. Material. Mora. Morita. Moreliana. Mois. Mole. Moraleja. Moravia. Morisqueta. Moronga. Mostaza. Mostaza montés. Mota. Motivosa. Motocicleta. Motor de chorro. Mutt and Jeff. Nena. Nalga de ángel. Orégano. Orégano chino. Oro verde. Pajuela. Pasto verde. Pastura. Pepita verde. Petate. Petate quemado. Pochola. Rana. Roja de Panamá. Rosa María. Sahumerio. Soñadora. Suave pechuga de mariposa. Suprema verde de clorofila o de mejorana. Tirsa. Tónico. Tortilla tostada. Tostada. Tronadora. Trueno verde. Verdolaga sagrada. Verdosa, Yerbabuena. Yerba bruja. Yerba de oro. Yerba del diablo. Yerba santa. Yesca. Zacate o zacate inglés.

Su predominio como droga de recreación sigue siendo mucho mayor que todas las demás combinadas. Ninguna se le acerca, ni siquiera un poco, en volumen de consumo. La marihuana actual es un producto hecho con suma precisión, que brilla con su resina pegajosa y psicoactiva.

La marihuana de hoy no se parece en nada a la que consumían los jóvenes de los setentas. Hoy no sólo está mejorada, sino que es varias veces más potente que la que se distribuía en los años noventas.

Además, el cannabis crece cada vez más rápido y es una planta más pequeña, hay cientos de cepas que ofrecen distintas variedades de sabores y sensaciones y… bueno… con todo este asunto de su regulación, la gente en realidad, ahora más que nunca, no sabe lo que compra, y diga lo que diga Vicente Fox, aún hay consecuencias para la salud que recién comenzamos a entender.

Por milenios se ha visto a la marihuana como misteriosa y sagrada y hasta demoníaca, Pero sólo hasta ahora los humanos aprendimos a diseñarla, y la pregunta inevitable es ¿Qué le hicimos exactamente a esta planta? ¿Y qué implica eso para quien la utiliza?

Soy Antonio Zapata, mejor conocido como EL REPORTERO. Este es EL PODCAST DE EL REPORTERO, y nos estamos metiendo en un terreno pantanoso… bueno, mejor dicho, en un espacio lleno de humo… con un extraño tufo… en medio de una nube… entre la niebla… lleno de vaporosas emanaciones... y aunque no lo crean, tiene miles de años.

La primer referencia del uso de la cannabis se remonta a 2700 años. Fue encontrada en una tumba en Asia central y es la prueba más antigua del uso de cannabis como droga, lo cual prueba que es una especie domesticada y que hemos coevolucionado con esta especie por mucho tiempo. Y coevolucionar significa que no sólo los humanos la hemos modificado, sino que muy posiblemente ella nos halla modificado también a nosotros.

Los humanos se dispersaron en el mundo, y se llevaron el cannabis con ellos, pero en los climas más fríos, surgió una versión diferente: el cáñamo. No drogaba, pero tenía valor por otras razones, pues se usaba para hacer ropa, cuerdas, velas, papel, comida, combustible y materiales de construcción.

Esto pasaba más en los climas fríos, pero en los climas más templados había una variedad más psicoactiva que se esparció al Oriente Medio, donde el hachís, una pasta de resina de cannabis, se convirtió en un estupefaciente comestible.

Luego se esparció a la India, donde se convirtió en una bebida sagrada. Luego a África, donde se usó como medicina y para estimular el coraje antes de la batalla.

Y los comerciantes de esclavos lo llevaron a las Américas.

Resulta sumamente interesante ver cómo mientras un lado del planeta la cultivó para producir fibras fuertes y largas, el otro lado dedicó sus esfuerzos a mejorar su poder psicoactivo.

En 1753, Carl Linnaeus, el botánico sueco que creó el sistema actual de clasificación de organismos, llamó a la planta cannabis sativa. Estas plantas crecían en altura y tenían hojas delgadas. Más tarde, a una variedad hallada en las frías cumbres de la India con hojas más gruesas y oscuras se le llamó cannabis indica. Y luego apareció la pequeña cannabis ruderalis, que se encuentra en Rusia.

Entonces, Linnaeus notó algo inusual en el cannabis. La mayoría de las plantas tienen flores con partes de macho y de hembra, pero el cannabis tiene plantas que producen solo semillas o solo polen. En otras palabras, había macho y hembra bien definidos en esta planta.

Linnaeus aisló plantas hembra junto a su ventana y lo que pasó lo entusiasmó mucho, al ser testigo de cómo una hembra no fecundada florecía ante sus ojos, luego de haber estado un tiempo considerable expuesta en vano para acceder al polen del macho.

La hembra del cannabis produce flores psicoactivas más grandes que tienen un mejor efecto narcótico, y es la flor la que tiene la mayor cantidad de resina y aceite. Las hojas y los tallos contienen algunos psicoactivos, pero no tantos.

El químico psicoactivo principal se llama THC, o tetrahidrocannabinol. El segundo químico activo principal es el cannabidiol, o CBD, que reduce la ansiedad. Pero resulta que el cannabis tiene más de 100 compuestos que afectan el cuerpo, llamados cannabinoides.

Hace unas décadas los investigadores descubrieron que el cuerpo humano produce por sí mismo muchos de estos químicos, y que tenemos receptores dispersos por el cuerpo, relacionados con la regulación alimentaria, con la cognición y con las habilidades motrices finas.

De hecho, todos los animales, menos los insectos, tienen sistemas endocannabinoides, y hay evidencia de que cumplen una función evolutiva clave para regular el apetito, ayudarnos a olvidar y reducir el estrés, además de que podrían ser los químicos responsables de la euforia que sentimos después de hacer ejercicio.

Pero el cannabis no tiene solo cannabinoides. Hay más de 400 compuestos activos que le dan a cada planta un perfil químico único que de hecho se llama perfil cannabinoide.

Es por eso que hoy vemos que la cepa popular Sour Diesel tiene un sabor a pimienta por el químico cariofileno, que también se halla en la pimienta negra, los clavos de olor y la canela, y que la variedad Super Lemon Haze contiene limoneno, un componente principal de las cáscaras de los cítricos.

Y así, con la combinación adecuada de cannabinoides en varias generaciones de plantas, los cultivadores pueden crear productos con nombres icónicos, como la famosa cepa de la película de 2008 Pinneaple Express.

Pero esa es apenas una de cientos de cepas de marihuana disponibles en el mercado, y algunas dicen tener una potencia de THC de más del 25%.

Y adivina quién fue el responsable de esta explosión de variedades, sabores y olores en la marihuana.

El gobierno de los Estados Unidos y su guerra contra las drogas.

Durante la mayor parte del siglo XX, la marihuana que se consumía en EE. UU. llegaba de México y era de una pésima calidad, pues los traficantes entregaban a sus compradores las plantas completas, es decir, tallo, hojas y semillas, por lo que los estadounidenses en realidad pagaban por un miserable 3% de THC por el resto de todo el producto.

Un auténtico fraude.

Entonces llegó el gobierno de Estados Unidos y comenzó a pagarle a México para rociar los campos de marihuana con herbicida en 1975, así que los estadounidenses empezaron a cultivarla ellos mismos.

En un principio la marihuana solo crecía en estados soleados como California, porque la única marihuana que tenían era cannabis sativa. Pero eso cambió a fines de los años 70, cuando llevaron la cepa más baja y resistente al frío, la cannabis indica, de las montañas Hindú Kush, dando inicio a la industria de la hibridación. La cruza de la indica, que resistía el frío, con la sativa, permitió cultivar cannabis en cualquier parte de Estados Unidos.

Cuando la administración Reagan comenzó a usar aviones espía para buscar plantaciones de marihuana desde el aire, el menor tamaño de la indica permitió a los cultivadores esconderlas dentro de sus casas.

Mientras los aviones volaban inútilmente sobre los campos, los cultivadores usaron la cannabis ruderalis para acelerar sustancialmente el florecimiento de las plantas, así que los nuevos híbridos podían crecer dentro de las casas, no tardaban más de 12 semanas en crecer, y eran cada vez más pequeños.

La calidad de las plantas mejoró de manera espectacular con el redescubrimiento de un antiguo método de cultivo basado en el mismo fenómeno que Carl Linnaeus observó en su ventana, creando flores con mucha más resina psicoactiva. Los cultivadores la denominaron Sinse, que viene del vocablo en español ‘Sin Semilla’.

Cuando las plantas hembra se polinizan, su producción de THC se reduce para producir semillas. Pero si las separan de las plantas macho nunca se polinizan ni producen semillas y su producción de THC nunca disminuye. All recortar esas hembras se podían clonar nuevas generaciones de plantas genéticamente idénticas y se saltaban la polinización por completo.

Hoy en día, la planta de cannabis moderna se cultiva para producir solo flores, lo que es toda una rareza botánica, y el promedio de THC en la variedad Sinse es mucho más alto que en el cannabis normal.

Como todos los compradores se van sobre las variedades más potentes, se produjo otro cambio significativo, porque el compuesto psicoactivo, el THC, y el relajante, el CBD, están relacionados.

Es importante que mantengas este dato en la cabeza para entender lo que sigue: el THC es psicoactivo; el CBD es relajante. No lo olvides.

En los años noventas, la relación de THC entre CBD era de 11 a 1. Hoy, casi 30 años después, la razón de THC entre CBD es de 250 a 1.

En otras palabras, la marihuana de hoy produce mucho más efectos psicoactivos, y menos efectos relajantes, así que eso deja a gente muy drogada y demasiado exaltada.

Los consumidores actuales de los nuevos productos mejorados corren el riesgo de aumentar la ansiedad, incrementar la paranoia, y de plano pensar que se vuelven locos.

Las tiendas legales de hierba etiquetan los niveles de THC y CBD de cada cepa, junto con otros datos clave. Pero el problema es que las palabras que usan para clasificar la planta no significan nada.

La mayor parte de los compradores de marihuana conocen los nombres Indica y Sativa, pues ha sido la clave binaria clásica para su venta. Los vendedores se la pasan diciendo a sus clientes que la sativa da una sensación enérgica, mientras que la índica da una sensación más letárgica.

Pero esa supuesta diferencia es sólo un mito.

Las plantas de cannabis han sido objeto de una cruza tan masiva que las plantas actuales ya no tienen nada que ver con las originales, así que cuando la gente etiqueta algo como 70% sativa, o 70% indica, esas etiquetas son 100% subjetivas, porque su clasificación se basa simplemente en la sensación que tuvo alguien fumándola y decidiendo cómo se sentía con ella.

En otras palabras, la clasificación actual es una verdadera fumada, y por lo tanto, las sugerencias y explicaciones técnicas de los hipsters son una verdadera mariguanada, porque no hay fundamento científico alguno para los supuestos porcentajes de Índica o Sativa.

Incluso si las etiquetas no significan nada, uno pensaría que los nombres de las cepas significan algo. Por ejemplo, cuando compramos vino por nombre, esperamos un producto genéticamente consistente, porque un Merlot no puede venderse como Cabernet, porque están regulados.

Pero no… en la industria del cannabis no existe tal cosa. La realidad científica es que hoy en día la gente desconoce totalmente lo que está fumando, porque el nombre de la cepa no es confiable.

Así que, de entrada, el tema de su posible legalización tiene que enfrentar el hecho de que, por ahora, se desconoce por completo cuál es la unidad estándar de marihuana, lo cual impide un etiquetado correcto.

En otras palabras, no sabemos cuál es el equivalente a, por así decirlo, un trago de marihuana -algo que sí sabemos con el alcohol-. Encontrar esa medida es vital, porque de esa forma, la gente sabrá con precisión -por lo menos en teoría- qué tanto se quiere drogar.

Estandarizar la unidad de medida de la marihuana requiere que se regule legalmente, y muchos países están avanzando enormemente. Un ejemplo son Uruguay y Canadá, que legalizaron el consumo y la venta en 2013 y 2018 respectivamente, en los Países Bajos la producción medicinal de cannabis es legal, mientras que en México apenas el pasado 6 de agosto de 2019 el Senado de la República convocó a foros públicos para explorar la regulación del cannabis en México.

Mientras tanto, una empresa llamada Bedrocan analiza con detalle el perfil cannabinoide de sus productos para asegurar consistencia, y de entrada desecharon los nombres hippies en favor de títulos más oficiales, como Betica y Bedrobinal.

Si el mercado legal de marihuana crece, podría haber más consistencia y, en consecuencia, empresas más grandes comenzarán a ver el negocio en serio. Y de hecho ya lo están haciendo.

La compañía Canopy Growth obtuvo una inversión muy publicitada e histórica. El inversor fue el gigante de las bebidas alcohólicas Constellation Brands, dueña de la icónica marca de cerveza, Corona.

Alguna vez algún apólogo del consumo legal del cannabis dijo que ello provocaría una utópica caída de su uso, pero si empresas trasnacionales que se especializan en promover de una manera agresiva y constante sus productos para ampliar sus consumidores, esa hipotética estandarización del consumo no sólo se ve muy lejana, sino como algo completamente ingenuo.

Esa es la lógica del mercado: mientras a alguien le convenga que la gente abuse de las drogas, promoverá con todos sus medios el abuso de drogas.

En la medida de que existan consumidores con mayor tolerancia, siempre buscarán una mejor sensación, lo que orientará la demanda promedio hacia productos cada vez más potentes.

Las tiendas legales en Canadá venden comestibles, vaporizadores y extractos, algunos con concentraciones de THC cercanas al 100%. Pero también se puede comprar productos solo con CBD, o incluso sin THC, que dicen reducir la ansiedad sin drogarnos.

Entender cómo estos productos afectan al cuerpo humano es importante, sobre todo porque la marihuana no es totalmente inocua. Estudios serios y rigurosos han demostrado que pueden elevar el riesgo de esquizofrenia y psicosis. Y aún hay mucho que no sabemos del impacto en la salud a largo plazo.

Pero cada día parece traer nuevas historias sobre sus posibilidades medicinales. Otros estudios, igual de serios, han encontrado que la gente con dolor crónico reduce la cantidad de opioides que usan mediante su uso. Se ha estudiado también su particular efectividad para tratar el glaucoma, la epilepsia, y aliviar los efectos secundarios de la quimioterapia, y cada día son más los pacientes que insisten en que la marihuana les ayudó donde otras medicinas fallaron.

Ante estas evidencias, hoy más que nunca es urgente diseñar con más eficacia y rigor científico esta planta, pues nos ayudará a adaptar los posibles tratamientos y abrirá un nuevo campo en la medicina.

Ya hemos modificado plantas radicalmente. Hace 7 mil años el maíz no era comestible, hace 4 mil años los duraznos no se podían comer y hace 3 mil años las sandías eran unos frutos imposibles de comer. Los humanos los hemos modificado para ser no sólo comestibles, sino deliciosos.

Con el cannabis los cultivadores hicieron un trabajo similar en solo unas décadas, y si se legaliza la avanzada ingeniería agrícola actual está por transformarla de nuevo.

La larga historia natural del cannabis, que ya tiene miles de años y ha tenido sus momentos cumbre, está por comenzar una nueva era.

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