Los que son padres entenderán perfectamente esta analogía: los niños berrinchudos. Si, esos niños que a la menor provocación se tiran al sue...
Los que son padres entenderán perfectamente esta analogía: los niños berrinchudos. Si, esos niños que a la menor provocación se tiran al suelo y se ponen a chillar enfrente de todo el mundo para que les hagamos sus complacencias, para que los atendamos de inmediato, para que hagamos lo que nos piden, lo que nos exigen, lo que ellos simple y sencillamente quieren.
Esta analogía aplica perfectamente a la administración de López Obrador, específicamente a el presidente Andrés Manuel López Obrador. Durante prácticamente toda su carrera política se la ha pasado quejándose de que le hacen, que le dicen, que le ponen, que le tiran, que le pegan, que se lo hacen, que lo humillan, que es una pobre víctima del sistema.
Y así hemos entonces nosotros los mexicanos, criado a un muchachito latoso, a un pequeñín que ya nos encontró la medida. Así como los niños pequeñitos luego, luego entienden que tirándose en el suelo terminan por vencer a los papás y doblegarlos para que hagan lo que ellos quieren, los mexicanos hemos criado a un chiquillo caguengue -perdón por la expresión, pero así es- que ya se volvió "víctima" de absolutamente todo.
Ahora resulta que el presidente es víctima de las víctimas del huracán Otis, hágame usted el maldito favor. Y lo hemos estado viendo a través de toda su carrera política. No hay que ir tan lejos: los más de 700 mil muertos extra por la pandemia, ahora resulta que el presidente es víctima de esas 700.000 personas que -méndigos conservadores- decidieron morirse para hacer ver mal su gobierno. Los papás de los niños con cáncer, golpistas conservadores que quieren conservar sus privilegios. Las madres buscadoras, de quienes el presidente dice que es víctima de mujeres que hacen politiquería por buscar a sus desaparecidos. Los papás de los 43 de Ayotzinapa, nomás dándoles atole con el dedo y sí, el presidente resulta que es víctima de esos padres. Tlahuelilpan, con más de 100 muertos y resulta que esos muertos fastidiaron al presidente.
El presidente una y otra vez se tira a llorar en el suelo de cualquier lugar para que entonces los papás desesperados, nosotros los mexicanos, digamos “ya mi niño, tenga: allí le va el Poder Judicial... ahí le va nuestro aeropuerto... allí le va el dinero de prácticamente todos los fideicomisos, allí le va más poder, allí le va el Ejército, allí le va la Marina, ¡allí le va todo...! Tenga mi niño, no llore... ya, ya, pobrecito, pobrecito”.
Así es como ese niño berrinchudo poquito a poco va sometiendo a toda la familia a lo que él quiere, a lo que él desea. Y si nos descuidamos tantito los mexicanos nos vamos a encontrar entonces con un adolescente que tiene prácticamente secuestrado a todo México, y ese niño crecido nos va a meter en un problemón tremendo, porque entonces resulta que ya ese adolescente tiene el presupuesto entero, tiene las leyes prácticamente a su favor, tiene a los otros dos poderes sometidos, tiene a los mexicanos secuestrados, y tiene incluso hasta en su sucesora la posibilidad de aplicar un maximato.
Estos padres tarados, es decir los mexicanos, hemos permitido que ese niñito berrinchudo se haya convertido en un auténtico monstruo.
¿Cómo nos llenamos ahora la boca criticando a los padres de familia que tienen un niño berrinchudo y que lo han convertido en un auténtico tirano?, ¿Para qué carajos nos quejamos si nosotros hemos permitido que el niñito berrinchudo de palacio tenga sometido al país a un auténtico caos?
Chulada de padres.
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