Este es un buen momento de ser sinceros, y reconocer que los mexicanos perdonamos cada una de las veces que nos ven la cara de idiotas. Ta...
Este es un buen momento de ser sinceros, y reconocer que los mexicanos perdonamos cada una de las veces que nos ven la cara de idiotas. Ta es así, que me atrevo a ponerle aquí la lista de lo que le perdonamos a Ya Saben Quién:
Le perdonamos la megamultimillonaria cancelación del aeropuerto de Texcoco.
Le perdonamos construcción del AIFA, aeropuerto inútil, pequeño, lejano y al que las aerolíneas simple y sencillamente no se quieren ir.
Le perdonamos las garrafales y homicidas decisiones de la pandemia, comenzando con no querer que la gente usara cubrebocas.
Le perdonamos la forma imbécil de adquirir las medicinas, al grado de hacer que el desabasto en fármacos llegara hasta el día de hoy.
Le perdonamos consruir un vergonzoso elefante blanco denominado Megafarmacia no resuelve absolutamente nada y que sigue surtiendo menos recetas que botica de pueblo.
Le perdonamos la ridiculez de no poder
lanzar a tiempo y de forma responsable la vacuna Patria, que por cierto fue desarrollada en el extranjero, no en México.
Le perdonamos una estrategia fallita de combate al crimen organizado que más bien resultó en el fortalecimiento de los narcos, y con esa fuerza ahora son capaces de influir en todas las actividades humanas, además de dominar por completo una tercera parte del territorio.
Por contagio, también le perdonamos su incapacidad para detener la violencia.
También le perdonamos no ser capaz de parar la extorsión.
Le perdonamos inventarse una aerolínea del estado para crear una nueva empresa que pierde millones de pesos de los mexicanos.
Le perdonamos la descomunal estupidez de la rifa-no rifa del avión presidencial.
Le perdonamos la estupidez del Gas Bienestar, que por supuesto de nada ha servido.
Le perdonamos el empeoramiento dogmático de los libros de texto.
Le perdonamos incrementar exponencialmente los piquetes en los ductos de gasolina y el incremento del huachicol.
Le perdonamos un tren que destruyó una buena parte de la selva del sureste mexicano y que no podrá recuperar nunca sus costos de construcción y mantenimiento.
Le perdonamos el uso irresponsable e ignorante del presupuesto, gracias al cual tenemos el déficit más alto de los últimos 35 años.
Le perdonamos construir una refinería en el momento en que que ya no son negocio, y perder miles de millones de dólares del pueblo bueno y sabio en una infraestructura que no ha refinado, ni refinará en mucho tiempo, absolutamente nada.
Le perdonamos todo. Los mexicanos perdonamos absolutamente todo, nos ven la cara y lo perdonamos, nos engañan y lo perdonamos, nos mientoen y lo perdonamos.
Ni el personaje más lelo y burdo de Televisa perdona tantas vejaciones y humillaciones.
Y Allí estamos, perdonando todo.
Sólo había una cosa que no podíamos perdonar.
Una sola.
La razón primordial por la que los mexicanos eligieron un cambio drástico.
La Corrupción.
Allí no podía equivocarse YSQ.
Y, por supuesto, allí fue donde se quivocó más.
Y, obviamente, también se lo perdonamos, cual imbéciles.
El gobierno pasado llegó con la promesa de barrer la corrupción como si fuera una escoba mágica, pero lo único que logró demostrar es que la corrupción en México es más resistente que el picor de un chile habanero en lengua de gringo delicadito.
El combate a la corrupción fue el leitmotiv de la campaña de 2018, el estribillo de los mítines, el mantra de los debates y la bandera con la que el presidente ganó la elección. Prometió que de ahí sacaría 500 mil millones de pesos para impulsar el desarrollo del país. Spoiler alert: no lo hizo. Y no, no es que no haya encontrado la corrupción, es que parece que se le perdió en el camino, junto con la transparencia y la credibilidad.
México, ese país que siempre compite por el último lugar en las cosas que importan, acaba de recibir su peor calificación en corrupción en los últimos 30 años. Sí, 30 años. Ni en los 90, cuando el PRI era sinónimo de "roba, pero hace", estábamos tan jodidos.
La semana pasada, Transparencia Internacional, organización que mide la corrupción como si fuera un termómetro de la desvergüenza, publicó su Índice de Percepción de Corrupción. Y adivinen qué: México cayó al puesto 140 de 180 países. O sea, estamos más abajo que los de abajo. Ahora resulta que estamos a lapar de Nigeria, Irak y Uganda, países que, no sé si lo sabían, no son precisamente ejemplos de transparencia.
Pero no se preocupen, no estamos solos en la miseria. En la OCDE, club de países que supuestamente son serios, México también comparte el último lugar con Rusia, ese país donde la democracia es tan real como los unicornios. Y en el G20, estamos tan abajo que ni con un telescopio nos ven. En Latinoamérica, solo le ganamos a Paraguay, Guatemala, Haití y Venezuela. O sea, estamos en el grupo de los "ya casi somos Venezuela", que es como decir "por lo menos no me orinó el perro".
El índice de Transparencia Internacional no solo es confiable, sino que es tan respetable que hasta el mismísimo Andrés Manuel López Obrador lo usó en su campaña para señalar lo vergonzoso que era el lugar que ocupaba México.
Ironías de la vida, hoy estamos peor. Sí, peor. Como si el combate a la corrupción hubiera sido una promesa de año nuevo: todos la hacen, nadie la cumple.
Y así, el partido en el poder enfrenta una crisis de credibilidad que es tan evidente como el olor a podrido en un basurero. La superioridad moral con la que llegó la 4T se esfumó más rápido que el dinero de los programas sociales. La barbilla alzada se les venció, las rodillas se les están doblando y la evidencia está ahí, en cada escalón de este desastre. Esos 500 mil millones de pesos que supuestamente iban a salir de la corrupción jamás existieron, y el país está más endeudado que un estudiante universitario en su último semestre.
El argumento más honesto que se escucha de los defensores del régimen es tan patético como el de un borracho justificando su resaca: "Es una desgracia, pero ya estando aquí, hagamos que funcione". Triste, ¿no? En lugar de superioridad moral, lo que hay es un acobardamiento digno de un perro que le tiene miedo a su propia sombra.
En resumen, el combate a la corrupción en México es un eterno chiste mal contado: todos saben cómo empieza, pero nadie se ríe al final. Y mientras tanto, el país sigue siendo un cubo de basura donde la basura no solo no se barre, sino que se acumula con orgullo.
¿Qué sigue?
¿Un puesto 180?
Con este gobierno, y con estos mexicanos que somos, nada me sorprendería.
Así que, señores, mientras los políticos siguen jugando a las escondidas con la corrupción, nosotros seguiremos pagando los platos rotos. Porque en México, la única cosa que no es corrupta y cumple con su cometido es el chile, de allí en adelante, todo es mentiras y promesas.