Casi inmediatamente después de que Estados Unidos recibió nuestro "generoso" regalo de 29 criminales —enviados como quien manda ...
Casi inmediatamente después de que Estados Unidos recibió nuestro "generoso" regalo de 29 criminales —enviados como quien manda una canasta navideña—, no sólo ni las gracias nos dieron, sino que nos han confirmado que en los primeros minutos de mañana martes 4 de marzo los aranceles del 25% a Canadá y México entrarán en vigor, mientras que los aranceles recíprocos a los productos agrícolas de todos los países se aplicarán a partir del 2 de abril.
Pero ¿Qué esperábamos? ¿Una tarjeta de agradecimiento? ¿Un arreglo floral? El insaciable Trump, con su característica sutileza diplomática de niño berrinchudo en juguetería, ahora exige más: quiere narcopolíticos servidos en bandeja de plata. El mensaje es claro: "México, rompe tu pacto con el narco... pero solo con el narco que yo te diga".
La presidenta Sheinbaum se encuentra en una situación tan cómoda como quien intenta sentarse entre dos sillas separadas por un abismo, porque los políticos con vínculos al crimen organizado —vaya sorpresa— resultan ser miembros de su propio partido. El envío de los 29 delincuentes fue un acto de rebeldía contra el tótem político nacional, el gran AMLO (quien en 2023 bloqueó la misma medida, según reportó Peniley Ramírez, aparentemente por considerar que deportar criminales era demasiado drástico para su revolucionaria "estrategia" de abrazos, no balazos).
La aprendiz de presidenta desafía al maestro
Ahora viene la prueba de fuego: ¿se atreverá nuestra flamante presidenta a proceder contra gobernadores, alcaldes o jefes policiales de su propio movimiento? Si lo hace, estará declarando guerra abierta al hombre que la ungió como sucesora, como quien coloca una marioneta en el trono para luego sorprenderse de que quiera cortar los hilos. La grieta con Morena ya muestra sus primeras fracturas tectónicas: Monreal y Adán Augusto, fieles soldados del obradorismo, ya han mostrado sus colmillos en dos ocasiones. El escenario se dibuja con la sutileza de una caricatura política: a la presidenta se le rebela el Congreso, pierde el control de su partido, y comienza a circular el fantasma de la revocación de mandato —esa brillante idea constitucional que AMLO nos legó, como quien regala una serpiente venenosa como mascota.
El apocalipsis económico (versión Trump)
Pero el guión de esta telenovela política tiene otro villano esperando su momento estelar. ¿Qué pasará si, pese a nuestras patéticas concesiones al caprichoso Trump, éste decide imponer aranceles contra México? El efecto dominó sería digno de un guión de Hollywood sobre el fin del mundo y estos son los diagnósticos de los más agoreros del desastre:
Las inversiones extranjeras huirán como cucarachas ante el insecticida.
La economía entrará en recesión (más de lo que ya está, aunque la narrativa oficial diga lo contrario).
Los despidos masivos comenzarán (como en Volkswagen, donde ya han empezado a "optimizar recursos humanos", ese elegante eufemismo corporativo para decir "a la calle").
El gobierno tendrá que ajustarse el cinturón hasta el punto de la asfixia fiscal.
Los sacrosantos programas sociales —el seguro de vida electoral de Morena— comenzarán a fallar en sus pagos.
La gente indignada bloqueará carreteras (una tradición nacional tan arraigada como los tacos).
Pemex, ese paciente terminal conectado a respirador artificial, finalmente recibirá la extremaunción económica.
La fracción más radical de Morena, esos puristas de la ideología que confunden populismo con política de Estado, acusarán a Sheinbaum de traición a la patria y complicidad con el imperio.
La xenofobia contra los estadounidenses en México florecerá como hongos después de la lluvia.
Opciones desesperadas para tiempos desesperados
¿Y qué hará entonces nuestra presidenta, atrapada entre Trump y AMLO como entre Escila y Caribdis? (referencia sólo para eruditos) Las opciones son tan tentadoras como desastrosas:
¿Se envolverá en la bandera nacional y recurrirá al nacionalismo, ese último refugio de los políticos sin ideas, mientras busca chivos expiatorios entre la oposición? "¡Conservadores traidores a la patria!" será el grito de guerra.
¿Recurrirá desesperadamente a López Obrador, el "domador de Trump", olvidando convenientemente que AMLO cedió en absolutamente todo lo que Trump exigió, pero con la ventaja de hacerlo sonriendo y diciendo que no cedía?
¿Veremos procesiones de políticos a La Chingada —nombre profético si los hay para la hacienda del expresidente— rogándole al caudillo que regrese al poder, como aquellos que en el siglo XIX peregrinaron a Manga de Clavo para suplicarle a Santa Anna que salvara a la patria, con resultados tan brillantes como la pérdida de medio territorio nacional?
El titiritero que se niega a soltar los hilos
Mientras tanto, el expresidente mantiene su influencia con la sutileza de un rinoceronte en una tienda de porcelana. Sus mandatos llegan desde Palenque con la fuerza de ukases zaristas:
"No se toque a Cuauhtémoc Blanco" (ese ejemplar estadista cuya mayor cualidad parece ser su lealtad canina).
"Andy debe fotografiarse con Rocha" (escenificando la farsa de su reafiliación a Morena).
Y Sheinbaum, intentando demostrar autonomía mientras repite el guión de su predecesor, despliega 10,000 elementos de la Guardia Nacional para frenar a los migrantes —cumpliendo las órdenes de Trump con más eficiencia que el propio ICE americano. Manda a Ebrard a Washington a ejercer el arte mexicano de la genuflexión diplomática y a De la Fuente a posar ante el cuadro de Monroe, el presidente que declaró que América era para los americanos (específicamente, para los que viven al norte del Río Bravo).
El dilema imposible
No hace falta pensarlo mucho ni ser el más leído de la cuadra: el nuevo emperador del norte exige que Sheinbaum rompa el pacto político que Andrés Manuel López Obrador tejió con la delincuencia organizada —ese acuerdo no escrito pero perfectamente visible cuyo símbolo más claro fue el "culiacanazo" y el saludo a la madre del Chapo—. Si no accede, la guillotina arancelaria se pondrá mucho peor sobre la economía mexicana con la precisión de un verdugo experimentado.
Y aquí viene la pregunta del millón: ¿Cuál será el papel de Morena en este drama digno de Shakespeare? Si Sheinbaum ofrece en sacrificio a alguno de los suyos —algún gobernador o un alto funcionario con vínculos con el narco—, ¿seguirá contando con el apoyo de un partido donde la lealtad institucional no existe y solo prevalece la devoción personal? No olvidemos que todos los gobernadores, legisladores y funcionarios de Morena le deben su puesto a López Obrador, no a Sheinbaum. La lealtad hacia ella es tan artificial como las promesas de campaña.
Como proféticamente advirtió Porfirio Muñoz Ledo (ese Casandra de la política mexicana): "las alianzas con el crimen organizado no se heredan", hay que tejerlas de nuevo con cada transición de poder. La deportación masiva de los 29 criminales ya rompió ese pacto tácito. Los detenidos bajo el gobierno de AMLO seguían operando desde prisión con la comodidad de quien dirige una oficina con sucursales. Ahora enfrentan la posibilidad de la pena capital en EE.UU., un destino que seguramente no estaba en sus planes de carrera delictiva.
Los decomisos y arrestos promovidos por García Harfuch —policía que curiosamente siempre sabe dónde encontrar criminales, una habilidad que brilla por su ausencia en muchos cuerpos policiacos mexicanos— señalan claramente el rompimiento del acuerdo tácito. Si Sheinbaum da el paso de atacar a miembros de su propio partido, muchos morenistas comenzarán a preguntarse: "¿cuándo me tocará?" con la angustia de quien observa una ruleta rusa política.
El mal menor: ¿Trump o AMLO?
En política, como en medicina medieval, a veces hay que elegir entre sangría y trepanación. ¿Quién puede causar más daño al gobierno de Sheinbaum? ¿Trump, con su capacidad de destruir la economía mexicana de un plumazo arancelario? ¿O López Obrador, quien puede provocar una implosión política desde dentro como un caballo de Troya cargado de resentimiento?
Trump puede desbaratar el proyecto presidencial colocando a la economía al borde del colapso con la misma facilidad con que tuitea a las 3 de la mañana. López Obrador puede agitar al partido a distancia hasta convertirlo en una turba iracunda que retire su apoyo en el Congreso y en las calles con la eficacia de quien tiene seis años de experiencia manipulando masas.
Nuestra poderosísima presidenta se encuentra arrinconada, amenazada y sin saber si irse a la espada trumpista o a la pared obradorista. Entre la intransigencia del norte y la necedad tropical. Entre dos demagogos enamorados de sí mismos, tan similares en su narcisismo político como diferentes en sus métodos.
No sé por qué tengo la sensación de que estamos cruzando el umbral hacia el verdadero nuevo sexenio mexicano: mismos problemas, distinta gesticulación, idéntica tragedia nacional. ¿Alguien dijo cuarta transformación? Parece más bien cuarta representación de la misma obra, con actores que se aprenden mal el guión y que improvisan mucho peor cuando se trata de conservar el poder.
Al tiempo.
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