Solo la realidad mexicana puede ofrecernos algo tan horrible como la última entrega de la saga *“Los Zambada: Justicia, Traición, Extradic...
Solo la realidad mexicana puede ofrecernos algo tan horrible como la última entrega de la saga *“Los Zambada: Justicia, Traición, Extradición y Redención”*, protagonizada por Ismael “El Mayo” Zambada y su abogado, Juan Manuel Delgado, quien parece haberse graduado con honores en la facultad de *“Defensa de lo Indefendible”*.
La trama comienza con una carta firmada por el propio Mayo Zambada, donde solicita asistencia consular y repatriación a México. ¿El motivo? Según el abogado Delgado, su cliente fue víctima de un secuestro “irregular” (porque en el mundo del narcotráfico, hay secuestros regulares, ¿no?). Aparentemente, un “nacional mexicano” —que todos sabemos quién es, pero que por alguna razón nadie nombra— lo engañó, lo coaccionó y lo entregó a las autoridades estadounidenses. ¿El Chapito? ¿Quién sabe? El abogado prefiere no mencionar nombres, aunque todos lo estamos pensando.
El argumento principal de la defensa es que tanto México como Estados Unidos tienen tratados internacionales que regulan la extradición y, en este caso, no se siguió el protocolo. Es decir, no hubo una extradición formal, sino un secuestro estilo *“Rápido y Furioso”*, pero sin los autos deportivos. El abogado Delgado insiste en que esto viola los derechos humanos de su cliente, quien ahora teme ser condenado a muerte en Estados Unidos. Por supuesto, la preocupación del Mayo por la pena capital es conmovedora, sobre todo viniendo de alguien cuyo negocio se basa en la muerte y el sufrimiento ajeno.
Pero aquí no acaba la cosa. El abogado, con una seriedad que raya en lo cómico, explica que si no se respetan estos tratados, la relación entre México y Estados Unidos podría colapsar. Sí, porque claramente el mayor problema bilateral entre estos dos países es el secuestro irregular de un capo narcotraficante. No el comercio, la migración o el tráfico de armas, no. El verdadero colapso sería no repatriar al Mayo.
Y luego está el tema de Juan Pablo Penilla Rodríguez, el otro abogado que firma la carta y que, casualmente, ha sido relacionado con el partido de la presidenta Claudia Sheinbaum, al grado de que no ha sido una, sino dos veces las que los senadores morenistas le han entregado reconocimiento a ese abogado, una el 30 de noviembre del 2023 donde compartió premio Pro Humanitas con Elena Poniatowska por contribuir “a la transformación”, y el 7 de noviembre del 2024 cuando compartió premio con una decena de personas. Según Delgado, él no sabe nada de esas “polémicas”. Su trabajo es puramente jurídico, aunque uno no puede evitar preguntarse si en algún momento le pasaron un sobre con instrucciones bajo la mesa.
Este enésimo capítulo de la eterna novela del narcotráfico en México, donde los capos se convierten en víctimas, los abogados en héroes legales y los tratados internacionales en armas arrojadizas, provoca además que seamos el hazmerreír del mundo, porque confirma la visión gringa de que los mexicanos protegemos, ciudamos y chiqueamos a nuestros narcos como si fueran tesoros nacionales. Claudia Sheinbaum está confirmándole al planeta entero que Donald Trump tiene razón y que nadie se debe meter con los narcos porque son "NUESTROS NARCOS". La vicepresidenta debería aparecer en la portada de la revista Time como lo hizo alguna vez Enrique Peña Nieto, pero en vez de que el título sea "Saving Mexico", el de ella debería ser "Saving Cartels".
Por más que no queremos creer, por más que nos resistimos a creer que el narco financió la campaña de Morena, los hechos y las actitudes nos gritan otra cosa.
Mientras tanto, el país seguirá esperando que alguien, en algún momento, hable de los verdaderos problemas (porque resolverlos definitivamente no va a pasar): la falta de oportunidades, la inequidad, las desigualdades, la violencia, la impunidad y la corrupción que permiten que estas historias sigan ocurriendo.
En un país donde la justicia parece un chiste mal contado, el humor negro es la única forma de sobrevivir. Así que, mientras el Mayo y su abogado siguen luchando por su “derecho a no ser secuestrado irregularmente” y a volver con la cabeza en alto a un país que lo protegerá, el resto de nosotros nos quedamos aquí, riendo para no llorar.
Y es que dan ganas de llorar de rabia, porque en plena crisis de reputación la presidenta opta por la cobardía y prefirió endilgarle esa responsabilidad de responder a tantas preguntas al Fiscal General de la República y a la Secretaría de Relaciones Exteriores... ¿Qué dirán? ¿Que el Mayo merece una segunda oportunidad? ¿Que su secuestro fue un acto de justicia poética? O tal vez, simplemente, que esto es México, donde la realidad siempre supera a la ficción y que hay ciudadanos de primera y el resto somos de cuarta.
Así que, querido auditorio, prepárese para el próximo capítulo de esta telenovela narco-jurídica. Porque en este país, el show nunca termina.