Con una montaña de problemas nacionales esperando urgente solución, la presidenta Claudia Sheinbaum prefiere meterse de lleno en abrir dos...
Con una montaña de problemas nacionales esperando urgente solución, la presidenta Claudia Sheinbaum prefiere meterse de lleno en abrir dos frentes internacionales completamente inútiles que tienen a muchos analistas rascándose la cabeza. Como si no bastara con heredar un país con 127,000 desaparecidos, una economía tambaleante y una crisis de seguridad que ha convertido a México en el país más peligroso para los periodistas, Sheinbaum se ha embarcado en batallas diplomáticas absurdas que parecen diseñadas específicamente para complicar su mandato.
La primera escaramuza estalló contra nada menos que Donald Trump, el hombre que cuando ocupa la Casa Blanca parece tener una obsesión particular con México. El motivo: un par de spots publicitarios anti-inmigrantes que el gobierno estadounidense pagó para transmitir en Televisa. En estos comerciales, la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem —equivalente norteamericano de Omar García Harfuch— aparece con un mensaje tan sutil como un muro fronterizo: "Si está considerando venir a Estados Unidos ilegalmente, ni siquiera lo piense. Déjenme ser clara: si viene a nuestro país y viola nuestras leyes, lo cazaremos. Los criminales no son bienvenidos".
El anuncio, ilustrado con imágenes de aprehensiones de indocumentados —convenientemente todos de aspecto latino— forma parte de una campaña a la que el Congreso y el gobierno de Trump han destinado la módica suma de 200 millones de dólares. Todo un presupuesto cinematográfico para decirle a los mexicanos: "No son bienvenidos".
La respuesta de Sheinbaum fue inmediata y contundente. En su versión matutina del show presidencial declaró: "No estamos de acuerdo", acusando el contenido de discriminatorio y cuestionando a Televisa por aceptar difundirlo. No satisfecha con esto, envió una carta a los concesionarios de radio y televisión para pedirles que rechacen la campaña trumpista y anunció que promoverá restaurar un artículo de la Ley de Telecomunicaciones —derogado durante el gobierno de Peña Nieto— que impedía la difusión de spots de gobiernos extranjeros en medios mexicanos.
"Es parte de las reformas que vamos a enviar... para que ningún gobierno extranjero, ninguna entidad de ningún gobierno extranjero pueda pagar, porque el tema es que están pagando para poder difundir estos anuncios, esta propaganda que tiene un mensaje discriminatorio muy alto", afirmó la presidenta, convertida súbitamente en crítica televisiva y defensora de la soberanía mediática.
Lo que parece olvidar Sheinbaum es que este spot anti-inmigrante no es un simple capricho publicitario, sino el eje de una campaña aprobada por el Congreso estadounidense y prioritaria para la administración Trump. Con militares, agentes de la Patrulla Fronteriza, FBI, DEA y ATF desplegados a lo largo de la frontera, más destructores navales en aguas colindantes, Trump ha dejado claro que la migración y el narcotráfico son líneas rojas en su política hacia México.
Así, con un gesto que mezcla valentía y temeridad a partes iguales, Sheinbaum ha abierto una batalla "muy incierta y altamente riesgosa" frente a un mandatario conocido por sus "fuertes coletazos". La gran pregunta es: ¿valía la pena este desafío mediático en los primeros días de gobierno, cuando las relaciones con Estados Unidos son cruciales para la economía mexicana? El tiempo —y los tuits matutinos de Trump— nos darán la respuesta.
Pero como el manual del populista de pacotilla dice que un frente internacional no es suficiente, Sheinbaum decidió abrir otro, esta vez con Ecuador. El gobierno de Daniel Noboa denunció, basándose en un informe de inteligencia de sus Fuerzas Armadas, que cárteles mexicanos estarían enviando sicarios para cometer actos terroristas en Ecuador y atentar contra el presidente.
La denuncia ecuatoriana, vale aclarar, no acusaba al gobierno mexicano sino específicamente a los cárteles de la droga. Sin embargo, en una reacción que dejó perplejos a muchos observadores, Sheinbaum hizo suya la acusación y ordenó a la Secretaría de Relaciones Exteriores negar que sicarios del narco mexicano fueran enviados a Ecuador.
Con esta respuesta, la presidenta inadvertidamente convirtió a su gobierno en una suerte de vocero no oficial de los cárteles mexicanos. Una posición diplomática, por decir lo menos, inusual para cualquier jefe de Estado. La ironía no escapa a nadie: mientras el gobierno mexicano niega ante la ONU tener responsabilidad en las desapariciones forzadas argumentando que son obra del crimen organizado, simultáneamente sale en defensa de ese mismo crimen organizado cuando otro país lo acusa.
Esta doble confrontación internacional, en momentos en que México enfrenta graves desafíos internos, revela una estrategia de política exterior cuando menos cuestionable. Con la economía necesitando desesperadamente inversión extranjera, con tratados comerciales que dependen de buenas relaciones diplomáticas, y con una crisis migratoria que requiere cooperación bilateral, abrir frentes de batalla con Ecuador y Estados Unidos parece un lujo que México difícilmente puede permitirse.
La pregunta que flota en el ambiente es: ¿por qué estas batallas ahora? ¿Son intentos de desviar la atención de los problemas internos? ¿Busca Sheinbaum establecer una imagen de independencia frente a la sombra omnipresente de su antecesor? ¿O simplemente revela inexperiencia en el tablero internacional?
Cualquiera que sea la respuesta, las consecuencias potenciales son preocupantes. Trump, conocido por su temperamento volátil y su tendencia a personalizar los conflictos diplomáticos, podría responder con medidas que afecten seriamente los intereses mexicanos. Desde aranceles hasta restricciones migratorias más severas, el arsenal trumpista es amplio y ha demostrado estar dispuesto a usarlo.
Por otro lado, deteriorar las relaciones con Ecuador —un país que enfrenta su propia guerra contra el narcotráfico— podría aislar a México en foros regionales y complicar la cooperación hemisférica en momentos en que América Latina necesita desesperadamente unidad frente a desafíos comunes.
Sheinbaum ha demostrado que su política exterior no será tímida. Pero el fino arte de la diplomacia consiste en elegir cuidadosamente las batallas. Como dijo alguna vez el estratega Sun Tzu: "El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar". Por ahora, la presidenta parece preferir la confrontación directa y abanicar los brazos a todos lados a ver si le pega a algo, una estrategia que podría resultar costosa para un país que necesita aliados más que enemigos.
Mientras tanto, los problemas internos siguen esperando. La violencia no cede, la economía necesita impulso y las instituciones requieren fortalecimiento. Quizás sería prudente resolver primero lo doméstico antes de embarcarse en cruzadas internacionales. Después de todo, como reza el viejo proverbio: "Antes de arreglar el mundo, da tres vueltas por tu casa".