Marina y el país donde nada pasa Marina del Pilar Ávila, quien ha descubierto que abanicarse con formatos de visa no es precisamente un mé...
Marina y el país donde nada pasa
Marina del Pilar Ávila, quien ha descubierto que abanicarse con formatos de visa no es precisamente un método diplomático efectivo para recuperar su pase a Estados Unidos.
La suspensión de la visa a la mandataria morenista es un golpe más duro que un verano en el desierto de Mexicali. Ni un solo gobernador fronterizo en la memoria reciente había sido tan "distinguido" con una medida tan contundente. Algo tuvieron que hacer mal ella y su esposo Carlos Torres para que de la noche a la mañana perdieran su credencial de "turista preferente" en territorio estadounidense.
El contexto es más sospechoso que un narco pidiendo trabajo en la aduana. La narcoviolencia en Baja California está más candente que el asfalto, y los problemas fronterizos arden con más intensidad que los chismes en Twitter. Mientras tanto, Claudia Sheinbaum y la plana mayor de Morena han adoptado el silencio como estrategia comunicacional, ese mismo mutismo que usan cuando alguien menciona corrupción.
La dirigencia morenista local, controlada por la propia Marina del Pilar, no tuvo reparo en sacar las garras y defender a su jefa. El vocero de los diputados federales guindas, Arturo Ávila, salió cual caballero andante a dar su espaldarazo. ¿De verdad representa esto a toda la bancada de Morena? La pregunta flota en San Diego como una amenaza de tormenta electoral.
Lo más irónico es que mientras la gobernadora se abanica con documentos oficiales —ese gesto tan digno de una telenovela política—, nadie explica realmente qué pasó con su visa. ¿Será que cruzar la frontera ya no es tan fácil cuando tienes más secretos que un expediente clasificado?
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Ah, méndigo gusano…!
La frontera norte se ha convertido en un quirófano sanitario donde México queda como el paciente más negligente. El cierre de importaciones de ganado por parte de Estados Unidos debido al gusano barrenador es más que una simple medida zoosanitaria: es un certificado de vergüenza nacional firmado con membrete de incompetencia.
Chiapas, Tabasco y Veracruz se han transformado en la ruta del contrabando ganadero más sofisticada desde que el narcotráfico descubrió las rutas centroamericanas. La introducción ilegal de ganado ha convertido el problema sanitario en un coladero más poroso que las fronteras mexicanas. Antaño, cuando la palabra "control" no era un concepto abstracto, México producía mosca estéril en Chiapa de Corzo para combatir la plaga. Ahora, ni siquiera tenemos ese recurso.
Los ganaderos mexicanos pagarán el precio de esta corrupción sistémica. Mientras funcionarios hacen la vista gorda, los gusanos barrenadores hacen su agosto —literalmente— perforando no solo reses, sino la ya maltrecha reputación sanitaria nacional. El cierre fronterizo será un golpe económico más devastador que el propio parásito.
Washington mantiene la lupa sobre México con la precisión de un cirujano y la paciencia de un maestro regañando a un alumno reincidente. Las visas a políticos y ahora el cierre ganadero son recordatorios de que la frontera no es un comodín, sino un examen permanente que México sigue reprobando.
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Se acabó el encanto (apestoso)
Gerardo Fernández Noroña, ese dinosaurio de la izquierda mexicana que alguna vez fue imán de multitudes, ha descubierto que su estrellato político tiene más agujeros que un queso gruyer. Su reciente visita a Jalisco para promocionar la elección del Poder Judicial fue tan concurrida como una clase de física cuántica a las 6 de la mañana.
Algunos intentarán justificar su fracaso argumentando que eligió el Día de las Madres para sus mitines, como si las madres mexicanas tuvieran alguna obligación de abandonar sus celebraciones para escuchar sus discursos. Pero los conocedores del terreno saben que la verdadera causa es más profunda: las divisiones del bloque morenista en Jalisco son más evidentes que las arrugas de un político añejo.
La asistencia "escasa" —eufemismo tan generoso como llamar "aguacero" a un escupitajo— refleja que Noroña ha pasado de ser la pimienta picante de la política mexicana a convertirse en un condimento olvidado en el anaquel de la irrelevancia. Sus mitines, antes repletos de militantes entusiastas, ahora suenan más a monólogo de comediante sin chiste que a evento político.
Lo más irónico es que quien alguna vez fue capaz de llenar plazas públicas, hoy lucha por llenar un par de sillas plegables. Jalisco no solo le ha negado la atención, le ha dado la espalda con la misma contundencia con que se rechaza un platillo pasado de moda.
Los problemas internos de Morena se filtran como agua por una maceta agrietada, y Noroña es apenas un síntoma de una enfermedad más profunda que amenaza con dividir al partido como un cuchillo caliente atraviesa mantequilla.
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Se van a quedar solos…!
Y ya que hablamos de una mala peste (en todos los sentidos posibles), Gerardo Fernández Noroña ha descubierto súbitamente su vocación de cirujano político, proponiendo una regla que sonaría maravillosa si no fuera porque podría desmantelar a Morena más rápido que un niño con un martillo en una cacharrería de cristal.
Su propuesta de prohibir en los estatutos la entrada de políticos señalados por represión o corrupción es tan irónica que casi duele. Nombres como Miguel Ángel Yunes, Javier Corral, Alejandro Murat y el expriista Luis Enrique Benítez ya forman parte del menú ecléctico de Morena, ese partido que absorbe tránsfugas con la misma facilidad con que un aspirador recoge polvo.
Los comentaristas astutamente preguntan: ¿Por qué esta revelación ética no llegó hace una semana durante el Consejo Nacional, cuando se prohibieron el nepotismo y los lujos? La respuesta es más resbalosa que un político en época electoral.
Lo más delicioso es la posibilidad de que Noroña, sin darse cuenta, esté preparando el harakiri para su propio partido. Aplicar rigurosamente este filtro sería como poner una fumigadora en medio de la estructura morenista: quedaría más pelada que un balón de futbol.
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El agandalle que viene (otra vez)
En el Congreso de la Unión, Morena ha convertido el "agandalle" en una disciplina académica. Los legisladores guindas no solo juegan el juego político, lo reescriben con la misma facilidad con que un niño cambia las reglas de un juego de mesa cuando va perdiendo.
El acuerdo inicial era cristalino: primer año legislativo para Morena, segundo para el PAN, tercero para el PVEM. Pero para Morena, los acuerdos son más flexibles que una liga de ropa vieja. La intentona de quedarse con la presidencia de la Mesa Directiva en el segundo año es tan predecible como un amanecer en el trópico.
Los antecedentes hablan por sí mismos. Cada vez que se rumorea un "madruguete" morenista, este se materializa con la precisión de un reloj suizo. Junta de Coordinación Política, comisiones importantes, reformas presidenciales: todo ha caído bajo el rodillo compactor del grupo oficialista.
La pregunta no es si habrá un nuevo agandalle, sino cuándo y cómo lo harán. Morena ha convertido la trampa parlamentaria en un arte tan refinado que merecería una medalla olímpica.
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El coqueteo con los BRICs
Juan Ramón de la Fuente viaja a Pekín como quien lleva un ramo de flores a un nuevo pretendiente, mientras Estados Unidos mira de reojo. La IV Reunión Ministerial del Foro China-Celac se perfila como el baile de los "ya no tan unidos" de América Latina, donde México parece dispuesto a bailar un vals diplomático con sabor a venganza arancelaria.
La cita incluye a los presidentes Lula da Silva, Gustavo Petro y Gabriel Boric, más de 20 cancilleres y un objetivo claro: sacudir el tablero geopolítico. México, cansado de ser el eterno novio fiel de Estados Unidos, ha decidido mirar hacia otro lado con la sutileza de un adolescente enamorado.
¿Será que ante la política arancelaria estadounidense, México finalmente decide jugar al despecho geopolítico? Los BRICS extienden la mano y nuestro país parece tentado a tomarla, mientras Donald Trump probablemente ya está preparando un tuit explosivo.
El mensaje es claro: si Estados Unidos nos trata como al hijo menos querido, China nos mira como un socio potencial. Y México, fiel a su estilo, negocia como quien cambia de pareja en un baile de salón diplomático.