La esperada participación de la presidenta Claudia Sheinbaum en la Convención Bancaria número 88 resultó ser un espectáculo tan decepciona...
La esperada participación de la presidenta Claudia Sheinbaum en la Convención Bancaria número 88 resultó ser un espectáculo tan decepcionante que hasta los más optimistas tuvieron que disimular sus bostezos. Prometía ser un encuentro de alto nivel y terminó convertido en una mañanera itinerante con PowerPoint del bienestar para dibujar un México color de rosa que solo existe en la realidad alterna de Palacio Nacional.
Sheinbaum, heredera del mesianismo lopezobradorista pero con dudoso doctorado, transformó su intervención en una tediosa clase magistral. La audiencia esperaba algún mensaje tranquilizador tras la reciente embestida contra el Fobaproa. En su lugar, recibieron una conferencia tan plana como los indicadores de crecimiento económico del sexenio anterior.
La presidenta inició con una declaración que bien podría competir por el Premio Nacional de Fantasía: aseguró que los mexicanos debemos estar "agradecidos" y "satisfechos" por la solidez económica de México. Una afirmación que provocaría carcajadas si no fuera tan dolorosamente alejada de la realidad cotidiana.
Lo que siguió fue un desfile de diapositivas con los supuestos "logros" de su gobierno en apenas siete meses. ¡Siete meses! Ni siquiera ha pasado un año y ya celebra logros con la euforia de quien ha descubierto la cura del resfriado común.
Entre los banqueros se extrañó el tono franco y hasta dicharachero del expresidente López Obrador. Porque si algo había que reconocerle al tabasqueño era su capacidad para mantener despierta a la audiencia. AMLO, en su cruzada mesiánica, al menos era divertidísimo. Sheinbaum, en cambio, pareció empeñada en demostrar que un palo de escoba tiene más personalidad y que puede hablar durante horas sin decir absolutamente nada memorable.
No hubo reclamos ni alusiones directas al Fobaproa en el discurso presidencial, a pesar de que días antes había calificado dicho rescate como un "desfalco a la nación". Semejante incongruencia discursiva solo puede entenderse como un ejercicio de esquizofrenia política calculada: para el público general, el Fobaproa es un robo; para los banqueros, un tema incómodo mejor evitado.
El único reproche que se permitió fue señalar la "falta de acceso al crédito de las y los mexicanos, que solo alcanza al 33% de la población". Un dato que lanzó como quien comenta el clima, sin profundizar en las causas estructurales de esta exclusión financiera.
La sombra del Fobaproa se proyectaba sobre la Convención gracias a la función de ventilador que cumplió días antes Pablo Gómez, titular de la UIF, publicando una lista de empresarios y políticos presuntamente beneficiados, sin presentar pruebas concretas, en el mejor estilo del macartismo tropical: señalar primero, investigar después... si acaso.
Resulta particularmente irónico que dos de los aludidos sean grandes empresarios del sector financiero actual: Carlos Hank con Banorte y Ricardo Salinas Pliego con Banco Azteca. Este último, curiosamente, está enfocado en la base de la pirámide, es decir, en las mismas bases sociales de la 4T. La misma gente que aplaude cuando el gobierno señala a los "banqueros rapaces" es la que firma pagarés con intereses estratosféricos para comprar pantallas planas en Elektra.
Pero hay un punto en el que Sheinbaum pierde absolutamente la brújula: cuando afirma categóricamente que no hay razones para auditar las obras faraónicas de López Obrador. "No se necesita. Estás hablando del tren...", declaró con esa peculiar lógica circular tan propia de la 4T. Añadió que estas obras las revisa la Auditoría Superior de la Federación, "¿Para qué quieren una auditoría independiente?". La pregunta ignora deliberadamente que las megaobras de AMLO se ejecutaron sin estudios de factibilidad, sin manifestaciones de impacto ambiental, y con sobrecostos escandalosos.
Como si esto fuera poco, el mesías tropical decretó que sus obras eran "asuntos de seguridad nacional" y la información fue reservada bajo siete llaves. La ASF, por su parte, quedó manchada tras su vergonzosa actuación en la auditoría del NAIM. Inicialmente reportó una cifra de 331,996 millones de pesos, pero López Obrador presionó para cambiarla mágicamente a 113,328 millones.
Lo que sí sabemos es que la deuda neta del sector público pasó de 10.8 billones de pesos en diciembre de 2018 (46% del PIB) a 17.5 billones en diciembre de 2024 (51.7% del PIB). Un aumento del 62% durante el sexenio de AMLO que debería encender todas las alarmas en un país que presume de "austeridad republicana" como quien presume de dieta mientras devora un pastel a escondidas.
Si algo quedó claro tras la participación de Claudia Sheinbaum en la Convención Bancaria es que la 4T ha cambiado de rostro pero no de esencia. La transformación se limitó a sustituir el carisma tropical por la monotonía académica, el folclor por el PowerPoint. El resultado sigue siendo el mismo: un diálogo de sordos donde cada parte escucha únicamente lo que quiere oír, mientras el país real, ese que no cabe en las estadísticas oficiales ni en los salones lujosos, sigue esperando que alguien, finalmente, se digne a escucharlo.